jueves, 31 de mayo de 2012

EL UNICORNIO Y EL ENANO (4)



En la espesura del bosque verde, los nuevos visitantes observaban con miedo todo a su alrededor. Los rayos del sol tímidamente atravesaban las hojas de los árboles, dejando el interior del bosque casi en penumbra. Afortunadamente la luciérnaga misteriosa, iluminaba el camino pantanoso allá por donde iban. Las patas del unicornio se hundían en el barro del camino y Dwarf guiaba la expedición orientándose por las huellas grabadas de los hermanos. Se aproximaba la hora de comer e hicieron un alto en el camino, junto a un hermoso árbol cuyo tronco de varios metros de ancho llamó la atención del enano. Alrededor de su base se cultivaba un pequeño huerto. Dwarf extrajo de su saco una zanahoria para su unicornio, mientras la luciérnaga refrescaba sus alitas en unas gotas de agua que caían del árbol.

-¡Qué ruido tan extraño sale del interior de este tronco! -dijo Dwarf a su unicornio mientras ambos masticaban con placer.

-Señor enano-indicó la luciérnaga-. Podría volar a la copa de este bello árbol y comprobar si dichos sonidos provienen del eco de los alrededores, pero estoy impedida, mis alitas están mojadas.
-Tranquila, es mejor que estés cerca de nosotros. La luz de tu interior nos puede salvar la vida.

Al poco tiempo, los sonidos aumentaron de volumen e iban acompañados de pequeños golpes que alertaron al enano. De repente, una raíz enorme del árbol comenzó a salir de la tierra, destrozando el huerto y provocando que el unicornio saliese corriendo. Dicho movimiento inesperado dejó a la vista una abertura en la tierra que causó curiosidad al enano y a la luciérnaga. Del interior del hueco oscuro, apareció un gnomo con cara de pocos amigos.

-Buen día, estimado gnomo. Somos extranjeros en estas tierras lejanas y traemos un mensaje de nuestra amada reina Queen. Debemos sin demora entrevistarnos con el rey Wicked -aseveró Dwarf.
-De no ser que los enanos y los gnomos nos une parentesco lejano, yo mismo me abatiría en duelo con usted. Me ha despertado de una buena siesta mañanera con eso zapatazos que hicieron temblar mi casa -gruñó el gnomo.
-Disculpe a mi unicornio, el pobre ignoraba que debajo de sus pezuñas habitaba usted.
-Bueno, bueno… ¡déjese de tanta formalidad! Sigan el sendero tenebroso. Les conducirá hasta el castillo del rey. Pero recuerden que yo no les he visto nunca: los gnomos no simpatizamos mucho con el monarca, de ahí que nos ocultemos bajo tierra.

-Mil gracias por su hospitalidad. No diremos nada que le comprometa a usted o a su comunidad.
Dwarf confió plenamente en el irritado gnomo. Su parentesco lejano confirmaba su buena fe. Continuaron la búsqueda atravesando el revelado sendero que curiosamente coincidía con las huellas marcadas por los Watchman.





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